Ariel Ramirez
En Ariel Ramírez se resumen las cualidades de un artista que, fiel a las raíces y valores culturales de su pueblo, conformó una trayectoria creativa que le permitió trascender el ámbito de su país de origen -nació en Santa Fe, ciudad del Litoral de la Argentina, el 4 de setiembre de 1921-, para convertirse en un pianista y compositor de notable reconocimiento universal.
Cuarto entre los seis hermanos nacidos del matrimonio entre doña Rosa Blanca Servetti y don Zenón Ramírez (maestro, periodista y escritor), Ariel estudió piano en su ciudad natal y, luego de obtener su título de maestro de escuela, ya convencido de que su futuro estaría destinado a expresar musicalmente las vivencias del hombre del interior de su país, buscó familiarizarse con las manifestaciones de instrumentistas y cantores populares. Fue crucial en su elección la visita a la Escuela Normal de Santa Fe de un inspector de Música, dueño de un elegante estilo pianístico, llamado Arturo Schianca, incansable difusor del repertorio sureño.
Radicado en Córdoba, al amparo de sus amigos estudiantes tucumanos Chonchón y Raúl Mothe, conoció a Atahualpa Yupanqui quien lo impulsó a conocer el noroeste; así a partir de 1941 viajó por las provincias de Tucumán, Salta y Jujuy. Vivió varios meses en Humahuaca, donde recibió una fecunda orientación del Dr. Justiniano Torres Aparicio, músico y conocedor de la cultura nacional. También estuvo radicado un tiempo en la región cuyana, principalmente en Mendoza.
Hacia 1943, iniciada ya su carrera de intérprete de un variado repertorio pianístico basado en la música folklórica sudamericana, se presenta como solista de piano en Buenos Aires en conciertos y filmaciones, como así también integrando ciclos de emisiones radiales de arte nacional, especialmente a través de Radio El Mundo. Su participación es asimismo requerida por las compañías grabadoras de discos, y es RCA Víctor la que imprime, en 1946, sus primeras placas en 78 r.p.m. con sus obras La tristecita (zamba), Purmamarca (bailecito) y Malambo: "lo más puro de mi creación", según ha observado el propio Ramírez. Su vinculación con la mencionada compañía se extiende hasta 1956, con 21 discos dobles grabados.
Al conocimiento de los secretos de la creación popular, de sus estructuras rítmicas y el espíritu de su lenguaje melódico, sumó Ariel Ramírez el invalorable apoyo del estudio académico de la música: en el Conservatorio Nacional, donde recibe durante un año lecciones de técnica pianística y estudios de composición a través de las lecciones del maestro Luis Gianneo. El novel compositor pronto alcanzó el grado de madurez expresiva que le permitió lograr una serie de notables creaciones que de inmediato se popularizaron en el territorio argentino y en los países vecinos.
En 1950 realiza su primer viaje a Europa. Radicado en Roma, mayormente en el "Istituto Italo-Argentino per gli Scambi Culturali ed Artistici", durante cuatro años se presenta como intérprete de la música argentina y sudamericana en salas de concierto de las Universidades de Barcelona, Santander, Roma, Cambridge, Utrecht y Amsterdam; también actuó como invitado por la Cameratta Musicale Romana en el Palacio Marignolli y ofreció recitales en la Sala Brahms y la Academia de Música de Viena, la Musikhalle de Hamburgo, el Ateneo de Madrid, el Withmore Hall y la BBC de Londres, también en Radio Vaticano donde fue recibido, luego de su concierto, por su Santidad, el Papa Pío XII. Durante 1951, radicado en Madrid, fue becado por el Instituto de Cultura Hispánica para efectuar estudios sobre la música de tradición oral española.
Al volver del viejo continente, luego de realizar varios conciertos en ciudades argentinas, se establece en Lima (Perú), a partir de 1954, donde recibe el honor de ser nombrado miembro del Instituto Sanmartiniano de Perú. En las reuniones de pintores, escritores y músicos peruanos que organizaba una notable pianista y compositora limeña, Rosa Mercedes de Morales, asimiló las cadencias y ritmos de la música folklórica local; durante ese período continúa con sus presentaciones en varias capitales sudamericanas. De la organización de estos conciertos se ocupaba Miguel Brascó, amigos desde entonces, se convertirá en uno de sus más frecuentes colaboradores; la calidad de sus textos ha significado un valioso aporte a las canciones creadas por Ramírez.
En 1955 regresa a la Argentina y emprende la tarea de organizar la Compañía de Folklore Ariel Ramírez con la cual recorre innumerables escenarios del interior del país durante más de dos décadas. En su etapa inicial convoca a intérpretes que representaban lo más puro de las expresiones musicales vernáculas, tales como el conjunto vocal Los Fronterizos y el magistral charanguista boliviano Mauro Núñez.
Dijo Carlos Vega, eminente musicólogo argentino: "Ariel Ramírez, celebrado pianista y compositor nativo, parece haber entendido muy bien que la danza natural es, sin más, un bello espectáculo. Sobre la pura base de las formas rurales, sin alterar las estructuras tradicionales (salvo lo indispensable para su adecuación a la escena) Ariel Ramírez, ha creado para su Compañía de Folklore un programa en que la destreza de los bailarines, la calidad de la música y la excelencia y propiedad de los trajes y el vistoso manejo de las luces, se unifican para ofrecer al espectador una profunda nota de arte depurada por la mesura y el buen gusto. La intensa labor de difusión que su conjunto desarrolla por el interior presta el mejor servicio al conocimiento de las tradiciones argentinas".
También proyectó esa labor en el exterior y en ese sentido, merece destacarse la gira que los veinte integrantes de la Compañía realizaron durante cinco meses, en 1957, visitando las principales ciudades de la Unión Soviética (Moscú, Bacú, Tbilisi, Kishinov, Sochi y Erevan), de Polonia Varsovia (Warjzawa), Bialistok (Bialystock), Dancing (Gdansk), Radom, Rzeszow, Crakovia (Krakow), Oswiecim, Katoviche (Katowice), de Checoslovaquia (Praga, Ostrava y Pilsen).
La Compañía, liderada por Ramírez dio la posibilidad de iniciarse en sus respectivas carreras a numerosos valores trascendentes del arte folklórico de los últimos cuarenta años.
Durante esa etapa su labor compositiva se enriquece con temas como Los inundados, Volveré siempre a San Juan, La última palabra, La equívoca, El Charrúa, Allá lejos y hace tiempo, Cuatro rumbos y El Paraná en una zamba. Paralelamente reinicia sus estudios de composición con el maestro Erwin Leuchter, que continúa durante la década de 1960.
A partir de 1961 la empresa discográfica Philips lo cuenta entre sus más destacados artistas, ya que impulsa la realización de una serie de obras cuyas innovaciones amplían la temática y las formas de la canción tradicional. Inicia sus grabaciones en dicha empresa con un "long play" integrado por una completa muestra de danzas de las distintas regiones del país; algunos temas tradicionales, con arreglos del propio Ramírez y otros de su autoría. En cada disco se observa un trabajo muy serio de análisis y selección de los materiales, como asimismo una marcada vocación por dar a conocer la riqueza musical de cada ámbito musical, en este sentido ofrece series como La Pampa y El Litoral. Siguiendo la misma línea selecciona las más exquisitas composiciones de tres de las más representativas especies de la música argentina: la Zamba, el Vals criollo y el Tango. En su constante labor creativa busca nuevas sonoridades y experiencias personales enriquecedoras, así integra exitosos elencos con notables artistas, tal es el caso de Eduardo Falú, Los Fronterizos, El Conjunto Ritmus (director: Antonio Yepes), Jaime Torres, León Jacobson, Lolita Torres y Mercedes Sosa. También incursionó en la cinematografía, al producir bandas sonoras para algunas películas de los directores argentinos Leopoldo Torre Nilsson, Fernando Ayala y Héctor Olivera.